Instituto Ari - reumatologia

Medicina privada en Madrid 

El 80% de las llamadas a nuestra consulta acaban siempre con la misma pregunta: «señorita ¿con qué sociedades médicas trabajan ustedes?» La medicina privada de Madrid es prácticamente sinónimo de medicina de aseguradoras médicasLas aseguradoras son auténticas maestras del marketing que, en un contexto social de preocupación por complementar la cobertura pública, se mueven como pez en el agua cautivando a su potencial cliente con un mensaje irresistible: «medicina exclusiva, de calidad, al mejor precio». Viven de la intermediación entre clientes y proveedores de salud (médicos, hospitales, centros médicos…) y, directa o indirectamente,  son las principales responsables de los honorarios de médicos privados. Esta remuneración se rige por dos variables:

A) el precio del acto médico (ya sea consulta, operación, parto…) llamado baremo y
B)  número de actos médicos.

Se trata de un modelo que premia la cantidad (número de actos) a consta de infravalorar la calidad  (baremo).

Las aseguradoras, reconocen  el bajo precio de sus baremos pero se mantienen cómodas exprimiéndolos, sabedoras, de la acuciante necesidad de trabajo en el sector, conocedoras, de que le sobrarán candidatos para hacer «lo mismo», si llegara el caso, por menos dinero. El baremo de las aseguradoras no es negociado, queda exclusivamente a su criterio, pudiéndose congelar o subir (incluso bajar). Cuando sube lo hace muy por debajo del IPC  y, al igual que ocurre con las pensiones,  conlleva pérdida acumulada del poder adquisitivo que irremediablemente condiciona la  forma de hacer medicina, más orientada a incrementar volumen y número de actos, que palíen este empobrecimiento progresivo.

Mi experiencia personal

La reumatología es una especialidad médica de estudio y, como tal,  precisa de un acto médico «largo» que consume tiempo y es  «poco rentable». Desde el punto de vista científico, el tiempo es necesario para orientar enfermedades complejas cuyo diagnóstico depende de detalles sutiles, fácilmente  inadvertidos cuando se trabaja «a contrarreloj». Desde el punto de vista humano, el tiempo es necesario para algo más importante:  el ejercicio de la escucha.

Me consta que para cualquier paciente (especialmente el que sufre dolores crónicos) ser escuchado y comprendido reconforta más que cualquier receta.

Yo estuve doce años trabajando para aseguradoras médicas. Gracias a ellas conseguí visibilidad y experiencia. Tuve la suerte de que con ellas nunca me faltó trabajo. Pero me descubrí con el paso de los años urgido por la necesidad de «rentabilizar mi tiempo», sobrecargando y masificando mis consultas y, con ello, conscientemente degradando mi acto médico. No podía evitar sentirme un  «peón de la medicina». Tampoco podía evitar la frustración de, lo que entendía, suponía traicionar todo aquello que había dado sentido a mi sacrificio personal y profesional: la Medicina centrada en la Persona.

En 2007, decidí parar. Abandoné las aseguradoras médicas en la esperanza de que, algún día, el marco de colaboración con el profesional cambie.

 

Instituto Ari - deporte

Si una tarde tonta en a uno se le ocurre la trivial idea de introducir la palabra “runners” en Google, se quedará absorto. Ni más ni menos que ¡104.000.000 de citas! Si, además, el alma cándida es un reumatólogo que ingenuamente prueba a consultarle a Google por “reumatología y deporte”… ups!, sólo 339.000 citas. Algo está fallando.

El deporte del siglo XXI se ha colado en nuestras vidas como parte de nuestro modus vivendi. Contribuye a sostener nuestra salud, a equilibrar nuestra turbia cabeza  y modula sutilmente nuestro día a día. ¡Cuántos actos benéficos se realizan diariamente utilizando el deporte como elemento cohesionador! Desde el punto de vista exclusivamente médico y técnico, el deporte es una novia muy golosa a la que optan un amplio abanico de “pretendientes” del elenco sanitario. De siempre, los mejor posicionados han sido los traumatólogos. Factótums indiscutibles de los traumatismos y de la cirugía del aparato locomotor, es de ley que sean ellos los referentes por antonomasia de la patología deportiva. Pero los tiempos están cambiando muy deprisa y esta hegemonía indiscutible se ve amenazada por otros “invitados” que siempre desempeñaron un papel secundario. Por ejemplo ¿Quién no tiene hoy en día a “su fisio”? que, casualmente, siempre suele ser el mejor. Hoy en día, es de lo más cool tener un fisio.

Los fisioterapeutas son unos especialistas en auge, cada vez mejor formados, mucho más cercanos que los traumatólogos y además “tocan” al paciente muchos minutos mientras le hacen una agradable sesión de psicoterapia ¡No hay nada más completo! Por si fuera poco, son más naturales y fisiológicos. No te “envenenan” con antinflamatorios. No cabe duda que, en pleno siglo XXI, lo natural se impone y está mejor visto ir al fisio que al médico porque además… “todo lo mío son por las contracturas”. Un actor relativamente nuevo y al alza, es el médico deportivo. Ser tratado por aquéllos que administran la salud de los deportistas de élite, no solo mola, sino que parece lo suyo para una persona que practica deporte (aunque sea 2 veces al mes). Su demanda va creciendo a la par que el deporte se arraiga en nuestra cultura y su parte del pastel cada vez es mayor por méritos propios. Pero no sólo traumas, fisios y médicos deportivos se disputan “el pastel de la medicina en el deporte”. Preparadores físicos personales (no hay nada más fashion), quiroprácticos, osteópatas, podólogos… Son cada vez más y mejores. Pero entre tanto profesional yo me pregunto ¿dónde está el médico del aparato locomotor? Para más señas: el reumatólogo. No busquéis, no está invitado. Resulta paradójico pero es una gran verdad: el médico del aparato locomotor no es una opción en la patología musculo-esquelética del deporte. A pesar de estar formado y entrenado específicamente para entender la patología osteo-articular en un contexto global (hay que recordar que músculos y huesos interactúan con el resto del cuerpo), no mola ir a un reumatólogo. ¿Cultura médica? ¿Mal marketing? Son varias las razones pero lo cierto es que, a ojos del deportista, no somos el especialista adecuado.

A lo largo de mi carrera he tenido la suerte de tratar a muchos deportistas y actuar también como consultor de otros compañeros que se dedican específicamente a los deportistas. De la colaboración leal con ellos ha surgido la solución de muchos problemas que tenían condenado a su peor penitencia (el parón) al inconformista deportista. El deporte es un excelente actualizador de “problemas de salud ocultos”. Arritmias cardíacas, alteraciones de columna, hernias discales y un sinfín de patología subyacente que, gracias al deporte, aflora y se deja ver. Casos de corredores con rodillas hinchadas cuyo problema no era una tendinitis, ni siquiera sus meniscos, sino una artritis. Futbolistas con tobillos imposibles que volvieron a jugar cuando se les diagnosticó y trató una simple gota. Tendinitis perpetuas que no eran sino el debut de una espondiloartritis. Esto es una realidad, no una opinión. ¿Por qué despreciar esta nueva forma de entender la lesión? ¿Es tan descabellado acudir al reumatólogo ante una lesión que no se cura?

Siendo sinceros hay que admitir, no sólo la falta de tradición y vínculo del reumatólogo al deporte, también que el reumatólogo recién salido tiene ciertos vacíos en su formación deportiva. Pero, a pesar de ello, no hay que olvidar que el reumatólogo es el especialista insider del aparato locomotor. El que estudia la tendinitis, la contractura que no se resuelve o la sinovitis. El que se pregunta los porqués en un contexto global que trasciende de la biomecánica (tótem de la patología deportiva) a las artropatías inflamatorias, metabolopatías,  factores de reparación tisular, células madre y un sinfín de conceptos que configuran un poliedro muy complejo: la patología musculo-esquelética deportiva. El reumatólogo no entiende de edades ni de actividades, sólo entiende de enfermedades acontezcan o no en el deporte. Yo diría que el reumatólogo es como la tónica: hay que probarla dos veces y, como complemento, no tiene precio. Creo que va siendo hora de ir buscándote a “tu reumatólogo”.