Cremas antiinflamatorias vs antiinflamatorios orales
De un tiempo a esta parte, vengo observando un repeluco generalizado a tomar antiinflamatorios orales más allá de 2 o 3 días. La sensación de tomarse un veneno estupendo es cada vez es más llamativa, especialmente, en las nuevas generaciones. Todo lo que huela a «natural», a manual o se aplique directamente triunfa sin competencia. A ello hay que añadir los anuncios de la tele, con abuelas modernas, estupendas, joviales que se aplican una crema antiinflamatoria y, en pocos minutos, se ponen a bailar bachata. ¿Es sólo marketing o hay algo de verdad en todo ello?
En lo que respecta a los especialistas, la fe en la eficacia de las cremas antiinflamatorias es muy limitada. Siendo honestos, yo diría que es casi nula. El sentimiento generalizado es que donde esté una posología oral o parenteral, no ha lugar para un ungüento. Bien es cierto, que para dolencias leves, agudas y localizadas no se pierde mucho prescribiendo un poco de hielo acompañado de una crema antiinflamatoria . Es un recurso elegante que se acepta de buen grado y permite salir al paso, por ejemplo, en la típica consulta de las vacaciones. Esa que siempre empieza con «No quiero molestarte pero ya que te veo…»
En lo que respecta al paciente, mi percepción es que cada vez le mola menos el antiinflamatorio. Le tiene miedo y no le falta algo de razón. En general se acepta de buen grado cualquier alternativa que NO sea «de tomar» (aún a sabiendas de que existen muchas posibilidades de que no funcione). Siempre pensé que era un problema de «repulsa a la pastilla». Pero no es así. Cuando se ofrece la opción de un «antiinflamatorio natural», como por ejemplo el harpago, el paciente lo prefiere a cualquier antiinflamatorio convencional, aún cuando ello signifique añadir ni más ni menos que ¡ 6 pastillas diarias!
Cremas antiinflamatorias: evidencia científica
¿Qué nos dice la evidencia científica respecto a las cremas antiinflamatorias? Pues lo primero que nos dice es que son seguras. Salvo aisladas reacciones alérgicas locales, contrariamente a los antiinflamatorios sistémicos, éstas se pueden administrar sin problemas en casi todo tipo de paciente (con independencia de su edad o su patología de base). Respecto a su eficacia, a pesar de la creencia médica generalizada, la evidencia nos dice que son eficaces. ¿Quiere decir esto que una mujer con artrosis de rodilla puede mantenerse durante años sólo con una crema antiinflamatoria? La respuesta es NO. Parece que la evidencia también es clara a este respecto. La eficacia de las cremas no es sostenida y se pierde por encima del mes de tratamiento.
Se puede decir, por tanto, que la evidencia científica respalda el uso de las cremas antiinflamatorias como una opción eficaz pero, sobre todo, segura en el tratamiento de la artrosis. No en vano, están incluidas en la mayoría de las guías de práctica clínica de la artrosis. Sin embargo, ha de saberse que no mejoran cualquier dolor, que no todas han demostrado su eficacia y, sobre todo, que su beneficio está muy recortado en el tiempo haciéndolas escasamente útiles en patologías crónicas.