Tengo que hablar de lesiones de verano y no sé por dónde empezar. Quizá diciendo que no me gusta la playa. Nunca me ha gustado. La arena me incomoda sobremanera y ¿el sol? me espanta. Otro año más me descubro caminando por la arena quemante siguiendo la estela de los niños y de mi mujer. Mi mujer tiene un olfato especial para encontrar un «trocito de cielo» en una playa petada. También, soltura y naturalidad sobrada para extender las toallas entre la nutrida concurrencia sin que nadie se incomode. Plantado de sombrilla » Ahora, este pedacito de paraíso es nuestro». Algarabía y alborozo. Excitación entre los míos por no perderse un minuto de sol y de palas antes de la liturgia del encremado. ¡Qué pereza! Odio profundamente pringarme las manos. La crema tiene un magnetismo atroz por la maldita arena. ¿Quién pasa las páginas de un libro pringado de un engrudo de fotoprotector y arena ? Alguna de las niñas me hace los honores y me ayuda solícitamente a extenderme el factor 50 mientras pienso que le queda muy poco para mandarme a paseo. Hay que reconocer que debajo de la sombrilla uno tiene cierta sensación de anonimato. Busco el sombrero y las gafas de sol a tientas en la «inmensa bolsa de la playa». Con sombrero y gafas oscuras no puedo evitar sentirme «invisible». Obviamente no encuentro nada. Un vistazo al horizonte plagado de yates fondeados y bulliciosas pedaletas. Vista a izquierda salpicada por un tornasol de bañadores chillones y sombrillas de los chinos. Vista a la derecha…más de lo mismo. Ya he tenido suficiente playa y me subiría de inmediato al apartamento pero… se trata de hacer vida en familia. En la «inmensa bolsa de la playa» busco la novela de anoche. «¿Alguien ha visto mi novela?» Mis hijas presienten lo peor y se desvanecen. Mi hijo coge rápidamente las palas y vuela como un rayo a la orilla barruntando la primera tormenta del verano. «Mecagüe en….» Entro en pánico pero de poco me sirve: he vaciado el bolsón (por cierto he encontrado unas gafas que perdí hace 3 años) y no está. Lo peor, no puedo culpar a nadie porque no hay nadie conocido a menos de 100 metros. Todos me vigilan con el rabillo del ojo a una distancia prudencial. La verdad es que fui yo quien me la deje en la entradita al salir ¡las puñeteras prisas! ¿Y ahora qué?… Me encanta observar. Siempre me ha gustado, podría decirse que hasta me relaja. Verdaderamente hoy la playa parece la planta baja de El Corte Inglés de castellana. Mira esa pobre anciana abastonada en sus dos hijas. Diríase (por lo encorvada) que se trata de una estenosis de canal lumbar con compromiso mielo-radicular. Quién sabe si también algún aplastamiento vertebral osteoporótico. A ella sí le sentará bien este año la playa, porque el ansiado baño estival es una muestra más de que el implacable calendario de los octogenarios no ha podido (todavía) con este pequeño rito anual. En su camino a la orilla, el trío interrumpe la marcha militaris de una pareja joven (no tan joven) que, con cierta contrariedad, aminoran el paso y dan un pequeño rodeo. Ella Bronceada, gafas de espejo y visera blanca. Bien musculada, mirada perdida en ninguna parte. Seguro que va al gimnasio. Él, bermuda de flores tropicales, bien bronceado y también con gafas de espejo. Repeinado, muy repeinado…¿¿gomina?? Sienes entreveradas y curva cervecera. Sin duda, el despacho no le deja cuidarse entre-semana. Sin embargo, tiene hipertrofia de gemelos con genu varo y una elegante cojera, sólo evidente cuando su compañera aprieta el paso. Me atrevería a decir que esa rodilla derecha ya pasó por una meniscectomia interna hace años y, ahora, su maltrecho cartílago le ha implorado que deje el padel los fines de semana. Casi tropiezan con un sobrao que hace running por la orilla de la playa ¡a la una de la tarde!. Hay que estar grillado. ¿Porqué será que siempre llevan el torso desnudo y van descalzos? El running-beach es verdaderamente insano. Alguien debería explicarles que es fuente de múltiples lesiones en rodillas (esguince-roturas meniscales), columna lumbar (lumbalgias, discopatias, ciáticas…) y pies (fasceítis plantar, metatarsalgias…). También habría que hacer un poco de pedagogía con los grupos de mujeres que dan infinitas vueltas a la playa. Es como si el hablar mitigara su cansancio. Ora mar a la derecha, ora mar a la izquierda. El desnivel de la orilla que, por pequeño que sea, aritméticamente es la hipotenusa (a) de un triángulo imaginario en el que la altura (c) es un cateto que «alza» uno de los pies de apoyo, como mínimo, 1 cm. ¿Quién caminaría horas por su pueblo o ciudad (aunque sea de cháchara) con 1 cm de alza en una pierna? Esto explica porque septiembre es el mes de las lumbalgias, ciáticas y dolores varios. También de «lo hecha polvo que estoy con lo ricamente que estaba en la playa».Cuando ojeo los posts sobre las lesiones de verano advierto que me falta una de las más descritas: los dolores cervicales. Profundizo en sus causas y lo flipo. ¡La gente se tira de cabeza en piscinas ¡con poca agua! Por si alguien le pudiera ser de utilidad, yo los veo más relacionados con las almohadas y colchones de las casas de alquiler.
Por acabar, coincido con la mayoría en que el mar relaja y la playa, debo reconocer, que ha anestesiado lo poco de medicina que me quedaba amartillándome la cabeza cuando llegué. El verano, no sé muy bien porqué, me ha sentado bien. Sí, bastante bien. Creo que el año que viene repetiré…