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Instituto Ari - ojo

El ojo es un órgano diana muy participativo en el complejo «cosmos» de la autoinmunidad. Es «curioso y solidario» y con frecuencia se «implica» en los problemas que afectan a las articulaciones. El entrenamiento del reumatólogo comprende una amplia base en oftalmología ya que su forma de enfermar nos hace saber (o intuir) lo que ocurre en el resto del cuerpo. «A través del ojo, los reumatólogos, somos capaces ver». Estos son los tres problemas clínicos que nos dan más información.

«OJO SECO»

Se conoce médicamente como xeroftalmia. En reumatología, se produce como consecuencia de una inflamación crónica de las glándulas lacrimales que conduce a una escasa (a veces nula) producción de lágrimas. Puede mejorar espontáneamente pero también puede progresar. Cuando lo hace, aparecen úlceras o «heridas corneales» (querato-conjuntivitis sicca) que pueden llegar a ser bastante graves, especialmente, si se infectan. Es un problema bastante habitual en las enfermedades autoinmunes. Muy típico del Síndrome de Sjögren pero también aparece en el Lupus Eritematoso Sistémico, la Artritis Reumatoide y otras. Existen tratamientos que aumentan la producción de lágrimas con mayor o menor éxito pero, en la actualidad, el tratamiento más utilizado es reponer las lágrimas propias con lágrimas artificiales.

«OJO ROJO»

Es un síntoma muy común en pacientes con enfermedades reumáticas diagnosticadas y en pacientes con enfermedades reumáticas «silentes». Las causas son múltiples. En la artritis reumatoide, el «ojo rojo» puede ser consecuencia de una epiescleritis o de una escleritis. La primera, no suele dar dolor y suele ser benigna y autolimitada. La segunda, es dolorosa y puede convertirse en un problema muy grave si no es identificada y tratada a tiempo. Precisa de medicaciones potentes (corticoides, inmunosupresores o terapias biológicas). La uveítis, también es otra gran causa de «ojo rojo» que ocurre como consecuencia de la inflamación de una de las capas del ojo. En reumatología, mayoritariamente, se asocia a la gran familia de las espondiloartritis (Espondilitis Anquilosante, Artritis Psoriásica, Artritis enteropática, Espondiloartritis reactiva o Espondiloartritis indiferenciada). Sin embargo, también puede aparecer con cierta frecuencia en otras enfermedades reumáticas: enfermedad de Behçet, sarcoidosis o Artritis Idiopática Juvenil. Dependiendo de su localización (anterior, media o posterior) así será su pronóstico. Generalmente, las anteriores tienen mejor pronóstico, pudiendo desaparecer espontáneamente o con tratamientos locales en forma de gotas. No siempre es así y, hay veces que hay que recurrir a medicaciones sistémicas agresivas (corticoides, inmunosupresores o terapias biológicas). Los casos más severos (al igual que la escleritis) pueden acabar en ceguera.

CEGUERA

No es un síntoma común en una enfermedad reumática pero conviene tenerla en cuenta por su enorme trascendencia. Puede ocurrir como consecuencia de la mala evolución de un «ojo rojo» o de un problema intrínsecamente vascular. Los vasos sanguíneos que nutren la parte posterior del ojo, son esenciales para la supervivencia de las terminaciones nerviosas que procesan nuestra información visual. Su inflamación crónica conocida como vasculitis (como en la uveítis posterior) puede acabar produciendo un estrechamiento (e incluso oclusión) de los vasos de la retina. Esto provoca una disminución (o interrupción) del flujo sanguíneo a las terminaciones del nervio óptico y la retina, dañándolos irreversiblemente y provocando la ceguera. La ceguera es muy temida en las vasculitis sistémicas, muy característicamente, en la arteritis de células gigantes.